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Corazón
La fuerza de la vida
Hasta cuando nos marchamos lejos
por cobardía o por despecho,
por un amor inconsolable,
cuando en casa el tiempo pasa sin vivirlo
y lloras porque no sabes porqué
una fuerza enorme está en nosotros mismos:
la sencillez de lo sencillo,
donde las luchas son inútiles,
es más fuerte que una muerte incomprensible,
es vencer esa nostalgia que no se va de ti.
Tienes que poner los dedos en tu herida
y entonces sentirás la fuerza de la vida,
que te conducirá, lo sé,
amor, ya lo verás,
a la salida que hoy no ves.
Cuando te recomen los silencios
y el corazón les pone precio
con un rumor insoportable
cuando te hundes y no puedes levantarte,
y hasta cuando la esperanza
piensas que se perderá.
Es la voluntad que a todo desafía,
es nuestra dignidad, la fuerza de la vida,
que no preguntará qué es la eternidad,
aunque sepa que la ofenden,
o que la venden sin piedad.
Tienes que tocar el fondo de tu herida
y reconocerás la fuerza de la vida,
que te conducirá, lo sé,
no te dejará marchar,
no te dejará, ten fe.
Hasta dentro de la cárcel
de esta enorme hipocresía,
y en los fríos hospitales
de ese mal de nuestros días,
una fuerza te vigila,
tú la reconocerás,
esa fuerza testaruda que hay en ti,
que sueña y no se va de ti.
Amor, ya lo verás, la salida que hoy no ves
Tienes que poner los dedos en tu herida
y entonces sentirás la fuerza de la vida,
que te conducirá, lo sé,
amor, ya lo verás,
a la salida que hoy no ves»
Camino de la paz interior

Foto propia 24/08/16
«La Paz está en cada paso.
Este reluciente sol rojo es mi corazón.
Cada flor sonríe conmigo.
Qué verdes y frescos son estos campos.
Qué cálida es la brisa.
La paz está en cada paso.
Sigue la infinita senda de la alegría»
Hacia la paz interior, Thich Nhat Hanh. Introducción de Arnold Kotler
¿Generosidad?
«Un ejemplo de todos los días; la gente que da limosnas; en general, se considera que es más generosa y mejor que la gente que no las da. Me permitiré tratar con el mayor desdén esta teoría simplista. Cualquiera sabe que no se resuelve el problema de un mendigo (de un mendigo auténtico) con un peso o un pedazo de pan: solamente se resuelve el problema psicológico del señor que compra así, por casi nada, su tranquilidad espiritual y su título de generoso. Júzguese hasta qué punto esa gente es mezquina cuando no se decide a gastar más de un peso por día para asegurar su tranquilidad espiritual y la idea reconfortante y vanidosa de su bondad».
El túnel – Ernesto Sábato
Cuidados…
«Nada es para siempre, pero lo que se cuida dura un poco más»